Cartas a mí mismo
por Fernando Iturrieta
Carta al niño 1
Lo que he buscado en él es al niño lastimado,
confuso, interrumpido. Cuando quiere escapar, me desespero por reencontrarlo,
porque temo haberlo perdido para siempre. Cuando quiere acorralarme, cuando me
exige desprenderme del futuro, lo silencio, lo dejo.
Temo a su silencio y a su huida, a sus caprichos
y a su descubrirme en el adulto quebrado.
Su naturaleza volcánica es mi explosión.
Me doy cuenta que no me atrevo, que describo
afuera lo que no puedo enfrentar y tratar de vos, de tú, mirarlo en la cara de
la letra.
No puedo aún escribirle.
Mi niño es un forastero de mí.
Si algo remonta la felicidad es su noche de alba
helada sobre mi hombro y sentir que cuidaba su respiración. Lo que fui o quise
tener de mí quedaba resguardado por mí mismo o ese otro que era el hombre que
había vuelto a cuidarme en el fin del invierno.
Si pudiera escribirte, niño, pibe, purrete,
chiquilín, chiquito, gurí, chango, nene.
Y cuando pongo en el tú, en el vos, el niño es
otro, lo dejo sólo en el otro que es aún más inasible que mi propio viejo y
pequeño niño envolviéndose en una capa tercamente anudada.
Hace poco, mirándote abrazado a mí, recién
despierto, te dije: eras mi chiquito, ya no lo sos.
Porque el que busco y no aparece, está como
encriptado en mis sílabas disueltas en la sangre.
continuará...