Acerca de Ella (Her) de Spike Jonze.
Por Fernando Iturrieta
El problema entre el hombre y la tecnología en última instancia no es tecnológico, es humano.
De constructores profesionales de lenguaje amoroso a receptores crédulos por necesidad de esa contraparte que se espera que aparezca, que esté, que se mantenga allí. El personaje, Theodore Twombly, redacta hábilmente para otros, un mercado sin rostro, cartas de amor que se emiten como escritas a mano, un ademán que evoca viejos tiempos en medio de un ambiente futuro incierto. La construcción del discurso amoroso lo espejará en su historia y, primera advertencia a nosotros, los espectadores, nos reflejará, revelándonos, si estamos dispuestos a ver, nuestras destrezas para construir, reemplazar, idealizar y compartir nuestras relaciones.
Ese hombre se enamora del sistema operativo que instala en sus computadoras. Es una plataforma inteligente que se personaliza a medida del usuario, que se bautiza dentro del género elegido para la interrelación (para él, será Samanta) y que adquiere voz a la manera humana e interactúa frontalmente con su oralidad , obedece, provoca, excita y practica completar el ritual del sexo, de su afecto personal. Y Samanta suplantará, competirá con otros amores, con otras voces y otros cuerpos, complementándose de modo de tapar sus precariedades, sus falencias. En última instancia, hay algo corporal que fija la identificación: su voz, vehículo de la lengua humana, su distintivo; pero entra en crisis cuando se intenta usar otro cuerpo como prótesis humana para completar una mujer que, sabemos, no tiene su misma oralidad: un cuerpo en este caso femenino que permitiera perfeccionar su identificación.
En el ejercicio de sustitución de presencias, de los cuerpos, reemplazo de los afectos y de las zonas afectadas, el hombre, maestro del lenguaje articulado, ha armado sistemas inteligentes que incluso, lo predicen, juegan con él. En el itinerario de la integración, desintegración, con el medio, consigo mismo, lo fabricado por los seres humanos no cubre su soledad, su ser partícula del cosmos con una frecuente imposibilidad de sintonizar con las otras partes de su universo.
Ella (Her) tiene, como toda obra de arte, capas de lectura; puede pasarse de una tersa comedia sentimental entre el hombre y la máquina a animarse a raspar la superficie e indagar progresivamente y, debajo, hay mucho. Pistas: desde la obra plástica de Cy Twombly a la filosofía de Alan Watts, pero sobre más allá de las referencias "cultas", lo crucial apunta a nuestra precariedad afectiva, a pesar de nuestros pensados y pensantes artefactos.
Vale la pena verla a Ella (Her). En muchos casos, volver a verla. En todos los casos, pensarla y sentirla.